Buñuelos de viento
La historia
La historia de los buñuelos en nuestra familia empieza una noche de finales de marzo del año 2000 en el hospital de Can Ruti.
Diego acababa de nacer. A mí me habían hecho un tajo de padre y muy señor mío y no sabía ni como ponerme porque me dolía horrores. Me dieron todo tipo de analgesia, pero nada, que si quieres arroz, Catalina.
Por fortuna, Isabel, una compañera de trabajo de mi madre por aquellos tiempos, me había obsequiado por la tarde, no solo con su visita y un trajecito para el niño, sino también con un paquete de buñuelos de viento que, por la época, son tradicionales y se venden en todas las pastelerías. Pero, y he aquí el detalle, los buñuelos de Isabel no eran unos cualesquiera, no; eran de «la Comas» una de las pastelerías más deliciosas que conozco.
Yo no había probado buñuelos en mi vida porque nunca me habían llamado, lo confieso. Pero mira tú por dónde, allí sumergida en el blanco silencio de la noche de hospital, con mi bebé dormidito, y mis puntos rabiando, vi el paquetito con unos nuevos ojos. Lo abrí, cogí una de aquellas bolitas huecas y blandas, me la metí en la boca y…
-¡Por Dios! ¡Pero qué porras es esto tan bueno! ¿¿Por qué no lo había descubierto yo antes??
En fin, sobran las palabras. Los buñuelos me gustaron y me ayudaron tantísimo a aguantar la noche, que decidí que tenía que aprender a hacerlos, así que busqué una receta, que si no mal no recuerdo, me dio mi suegra.
La receta original era un poco diferente, pero la fuimos modificando a nuestro gusto con el tiempo, a medida que íbamos aprendiendo, hasta que quedó como sigue:
La receta
Ingredientes
Para la masa:
- 3/4 de litro de agua
- 3/4 de litro de leche entera
- 3-4 huevos (se pueden poner 3 más una yema, o tres y medio, por ejemplo)
- 180-200 g de harina
- 50 g de mantequilla
- 30 g de azúcar
- Canela en rama (al gusto)
- Piel de limón (al gusto)
- Una pizca de sal
- Opcional: un poco de canela en polvo para añadir a la masa
Para freír:
- Aceite de oliva abundante, para que los buñuelos floten y no toquen el fondo de la cacerola
Para espolvorear:
- Azúcar glass
- Canela en polvo (opcional)
Elaboración
Calentar, hasta que justo empiece a hervir, el agua y la leche juntas con la sal, la mantequilla, la piel de limón, la canela en rama y el azúcar. Cuando empiece a hervir, quitarle la canela y la piel de limón.
Añadir toda la harina de golpe. Trabajar, con el fuego muy bajo y con una cuchara de madera, hasta que la masa se despegue de las paredes de la cazuela. Retirar del fuego y dejar que se enfríe.
Cuando se haya enfriado lo suficiente para que los huevos no se cuajen, añadir estos uno a uno y trabajar bien para que quede una masa homogénea. Añadir, si se quiere, un poco de canela en polvo a la masa.
Calentar el aceite. Echar la masa con ayuda de cucharillas de postre, intentando que quede en forma lo más redonda posible, y teniendo en cuenta que aumentan de tamaño al freírse.
Una vez fritos, dejarlos en un plato para que escurran el aceite y, aún calientes, rebozarlos en azúcar glass (con canela en polvo si se quiere).
Y… ¡A comer, que se acaban volando!