A diferencia del Asadillo manchego, esta sí que era una receta que preparaba mi madre cuando éramos relativamente pequeñas, no pequeñas pequeñas, pero sí todavía niñas cuando empezó a hacerla. Recuerdo que la primera vez fue como un poco experimento, a ver si nos gustaba. Me parece recordar que me dijo que se la había pasado una compañera de Telégrafos o algo así, y decidió probar.
Fue un éxito. ¡Nos encantó! Así que la preparaba con bastante frecuencia.
Después, ya casada, yo solía hacerla en verano casi cada semana, incluso cuando ya estaban los niños; la preparábamos entre los 3 en aquellas mañanas que pasábamos juntos, cuando me cogía el permiso sin sueldo durante todas las vacaciones escolares, para poder estar con ellos. Recuerdo que yo me levantaba temprano, asaba los pimientos antes de que hiciese demasiado calor, y cocía los huevos. Después, cuando ya volvíamos de la playa (solíamos ir a eso de las 9 y estábamos alrededor de una hora y media allí), nos poníamos los 3 en la cocina y la acabábamos de preparar juntos.
Era muy chulo cocinar los 3 juntos ❤ (pongo el corazón porque no está aquí el emoji sonriente de los ojitos brillantes)
En fin, que me pongo nostálgica… Pues eso, que esta receta tiene una historia bonita 🙂
Receta
Entre los 3 era llevadera de preparar, pero una sola es un curro. De todas maneras, como tantas otras cosas, vale la pena porque está muy rica.
Ingredientes (para 4 personas)
5 pimientos rojos grandes (no de los redondos ni de los italianos, claro; de los otros)
1 berenjena grandecita
5 tomates maduros (yo los cogí tipo pera)
Limones (yo uso unos 2-3 porque me gusta que esté acidita)
Aceite de oliva
Sal
4 huevos cocidos (opcional)
Elaboración
Lava los pimientos y la berenjena y colócalos en la bandeja del horno. Ponlos con temperatura alta (al máximo, o 200º como mínimo), solo con la resistencia de arriba, y en una altura más hacia arriba que hacia abajo. En nuestro horno yo les doy la vuelta más o menos cada 10 minutos, cuando la piel se despega de la carne y se pone casi negra, pero cada horno es un mundo, así que toca vigilar hasta que les cojas el truco.
Mientras se asan los pimientos, lava los tomates y ráyalos deshechando solo la pielecilla. Deja el resultante en la nevera.
Cuando los pimientos y la berenjena estén asados por todos los lados, sácalos del horno en la misma bandeja (¡OJO! Puede que hayan soltado bastante líquido, así que ten cuidado de que no se te derrame y te quemes) y déjala en una superficie que resista bien el calor para que se enfríen. Puedes hacerles un corte a todo lo largo y abrirlos lo que puedas para que se enfríen antes.
Cuando ya no estén calientes, pélalos y hazlos tiras o trozos no muy pequeños. Utiliza una fuente honda en la que quepa todo bien. Añádeles el caldo que hayan soltado al asarse y los tomates rayados.
Alíñalos con aceite, sal y zumo de limón al gusto. Mézclalo todo bien y mételo en la nevera un par de horas.
Corta pan para rebañar después (querrás hacerlo) y, si quieres que sea plato único, antes de servirlos, añade el huevo cocido troceado y… ¡a comer! 🙂
El asadillo lo empezó a hacer mi madre (la Abuelita Pilar, que es manchega, como yo de nacimiento) hace años, aunque cuando éramos pequeñas no lo había hecho nunca. Yo ya estaba casada, y con niños y todo, cuando lo empezó a preparar algunos domingos que íbamos a comer a su casa. ¡Nos encantó desde el primer momento!
Hace años que fui a su casa para ver cómo lo hacía, pero no apunté la receta ni lo hice yo después. Sin embargo, siempre tenía ahí la espinita, hasta que por fin este verano me decidí, le pregunté cómo se hace y lo preparé 🙂
Receta
La receta es sencilla pero tiene mucho curro, sobretodo si es para mucha gente, así que siempre se pueden utilizar pimientos asados de bote y/o tomate triturado en conserva, pero está tan rico cuando se hace todo en casa, que vale la pena.
Ingredientes (para 3 personas)
8 pimientos rojos redondos
4 tomates maduros (yo los cogí tipo pera)
2 dientes de ajo más bien pequeños
Aceite de oliva
Sal
Azúcar
Comino en polvo
Opcional: 3 huevos cocidos
Elaboración
Lava los pimientos y colócalos en la bandeja del horno. Ásalos (horno a unos 200 grados o a tope, solo arriba, con la bandeja más cerca de arriba que de abajo). En el horno de casa les tengo que dar la vuelta aproximadamente cada 10 minutos, pero ya sabéis que cada horno es un mundo. En cualquier caso, el punto para darles la vuelta es cuando la piel de la cara superior del pimiento esté bastante negra y despegada de la carne. ¡Ojo no te pases y se te consuman! Especialmente estos pimientos redondos, que tienen menos chicha, se pueden quemar más fácilmente.
Mientras se asan los pimientos, lava los tomates, ponlos en un cazo con agua y dales un hervor rápido. Retíralos del fuego, quita el agua, y deja que se enfríen. Cuando ya no quemen, pélalos, trocéalos y, sin que se pierda el líquido, échalos en una sartén con un poco de aceite de oliva. Añade sal y azúcar al gusto, ponlos al fuego y remueve. Cuando empiecen a hacer chup-chup, baja el fuego al mínimo, pon una tapa de esas con agujeros, sin tapar del todo la sartén, y ve removiendo de vez en cuando y corrigiendo de sal y azúcar. Así hasta que esté frito y se haya evaporado el agua que sueltan.
Cuando los pimientos estén asados, ponlos en una fuente plana o una bandeja, o un plato grande, y deja que se enfríen. Les puedes hacer un corte a cada uno para que se enfríen antes. Cuando ya no quemen, pélalos y hazlos tiras o trozos (no hace falta que sean muy pequeños) y ponlos en una fuente honda. Si sueltan líquido, no lo tires, aprovéchalo y ponlo también en la fuente.
Añade los dientes de ajo pelados y machacados, el tomate frito y comino al gusto. Mézclalo todo bien y ve corrigiendo de sal y comino si lo necesitas.
Deja la mezcla en la nevera un par de horas para que los sabores se mezclen bien, corta unas rebanadas de pan para rebañar el plato después (querrás hacerlo), y ¡a comer! 🙂
Ah, si quieres, le puedes añadir el huevo cocido al final, justo antes de comer, sin mezclarlo, solo cortado en 4 gajos y puesto encima del asadillo como decorándolo. En este caso, te sirve de plato único, ligero y fresquito. ¡Ideal para el verano!.
Esta tarta la empezó a hacer Cristina hace algún tiempo. No sé si fue durante la pandemia o cuándo, pero la gracia que tiene la historia es que al Abu José María le gusta mucho y se la ha comido siempre tan tranquilo a pesar de que tiene lactosa abundante y hubo una temporada en la que él decía que tenía intolerancia a la lactosa… Pero gueno…
Aunque normalmente la prepara Cristina, esta última vez la he hecho yo porque ella estaba mala, le pregunté si quería que le preparase alguna cosa para animarla y tal, y me pidió esta tarta. Yo nunca la había preparado y la verdad es que apenas tengo experiencia con cocinando con gelatina, pero al final salió bien, así que aproveché para hacer las fotos y colgarla aquí 🙂
Receta
La receta es fácil, pero el rollo es que se tienen que hacer 3 elaboraciones, una por cada capa de los distintos chocolates.
Ingredientes
Antes de nada, advertir que hay que tener cuidado porque todas las cantidades son iguales en las distintas capas excepto el azúcar!!
Os voy a poner 2 cantidades distintas: la primera es de la receta original, y la segunda es con menos cantidad, que es lo que hice yo porque tenía poca gelatina en casa en ese momento, pero fue bien porque como solo era para Cristina, pues guay.
CAPA CHOCO BLANCO
RECETA ORIGINAL
RECETA PEQUEÑA
Nata
200g
73g
Leche
250g
92g
Azúcar
25g
9g
Chocolate Blanco
150g
55g
Gelatina neutra
4 láminas
3,33g polvo (1/3 sobre Royal)
CAPA CHOCO MARRÓN
RECETA ORIGINAL
RECETA PEQUEÑA
Nata
200g
73g
Leche
250g
92g
Azúcar
50g
18,5g
Chocolate con Leche
150g
55g
Gelatina neutra
4 láminas
3,33g polvo (1/3 sobre Royal)
CAPA CHOCO NEGRO
RECETA ORIGINAL
RECETA PEQUEÑA
Nata
200g
73g
Leche
250g
92g
Azúcar
70g
26g
Chocolate Negro
150g
55g
Gelatina neutra
4 láminas
3,33g polvo (1/3 sobre Royal)
Si usas láminas de gelatina, ten en cuenta que hay que hidratarlas antes de usarlas. En cualquier caso, como yo no había utilizado casi nunca gelatina para cocinar, me fue bien leerme las instrucciones y proporciones que venían en los envases, tanto de la gelatina en polvo como la de láminas. Opté por la de polvo porque me daba para hacer un poco más.
En cuanto al material, necesitas tener un molde de cualquier tipo o un táper en el que te quepa todo el volumen de la tarta, que si haces la original es bastante (más de 1’5L), y mola más si es de cristal porque así se ven bien las capas. La cantidad que hice yo cabía en 4’5 vasitos de yogur de vidrio, que me hizo gracia hacerlo así para que se viesen bien las capas y fuese monodosis.
Elaboración
Hay que ir capa por capa, y el procedimiento es el mismo para todas ellas.
Empieza por la capa que quieras que quede abajo del todo. En mi caso, empecé por la de choco blanco, porque Cristina dijo que, como ella se come las capas por separado, si la ponía arriba después las otras no le iban a saber bien, ya que es la más dulce.
En primer lugar, si utilizas gelatina en polvo, reserva una cantidad de la leche para mezclar después con la gelatina. Tiene que ser algo proporcional a la cantidad que vayas a preparar; yo lo hice totalmente a ojo, con un poco menos de un dedo de leche en un vaso.
Pon la gelatina en polvo en un recipiente seco y resérvala también.
Corta el chocolate correspondiente a la capa que estés haciendo a cuadraditos pequeños.
Gelatina + leche
Junta el resto de la leche con la nata y con la cantidad de azúcar que corresponda a la capa. Mézclalo todo bien, en frío o temperatura ambiente, hasta que el azúcar se disuelva.
Echa la leche que reservaste antes en el recipiente de la gelatina y remueve bien hasta que se mezclen. Resérvalo.
Pon a fuego medio la mezcla de leche, nata y azúcar y caliéntalo removiendo todo el rato, regulando la intensidad del fuego para que no se queme y que no llegue a hervir.
Cuando esté caliente, añade el chocolate y la mezcla de leche y gelatina. Sigue removiendo vigorosamente y regulando el fuego para que no se queme, hasta que justo empiece a hervir.
Retira del fuego y échalo al molde o repártelo en los vasitos.
Mete el molde o los vasitos en el congelador durante media hora. En ese tiempo, debería haberse cuajado la capa. Entonces, puedes sacarlo del congelador y meterlo en la nevera.
Empieza a preparar la siguiente capa (la de chocolate marrón). Cuando ya la tengas preparada, retírala del fuego y saca el molde o los vasitos de la nevera; espera unos pocos segundos para que la nueva capa no esté demasiado caliente. A continuación, añade despacio la nueva capa al molde o los vasitos.
Para que no se derrita demasiado la primera capa, puedes hacerlo de manera que el líquido caliente resbale por la pared del molde o los vasitos para que se enfríe mientras cae, antes de tocar la capa anterior.
Repite el mismo proceso con la tercera capa (chocolate negro, en nuestro caso) y, cuando ya esté cuajada, ¡te lo puedes comer! 🙂
Os dejo también el enlace de la receta original, por si le queréis echar un vistazo, ya que también explica cómo hacer una base de galleta, que nosotros no le ponemos nunca.
Cuando vivía en casa de mis padres, muy de vez en cuando nos gustaba comprar unas tartaletas de frutas que vendían en la Pastelería Comas. Nos encantaban. Es que se nos hacía la boca agua…
Y resulta, que cuando ya estaba casada con Carlos, mi madre apareció un día con unas revistillas de cocina en una de las cuales salía precisamente una tarta de frutas del estilo de aquellas!
La primera vez que la hice fue para la celebración del primer cumplemés de Diego con toda la familia. Me hacía mucha ilusión preparar esa tarta. Después de eso, ya se quedó como típica para todas las celebraciones de cumples de los niños, hasta que Cristina dijo que a ella no le gustaba, y dejé de hacerla para los suyos. Pero a día de hoy la sigo preparando cada año para Diego 🙂
Ingredientes
BASE 1 huevo xx g de mantequilla xx g de harina xx g de azúcar
CREMA 2 yemas de huevo xx ml de leche xx g de azúcar xx g de Maizena
FRUTA Unas cuantas fresas 1 o 2 mandarinas 1 o 2 kiwis 3-4 frambuesas y arándanos
Elaboración
Base
Lo primero es formar un volcán con la harina. Dentro metes la mantequilla cortada a cubitos, el huevo y el azúcar, y lo vas trabajando. Yo el primer ratito lo hago con un tenedor y dentro de un bol, y cuando ya empieza a estar más o menos mezclado, lo acabo de mezclar con las manos y ya al final lo salco del bol y lo termino en el mármol.
Cuando ya es una masa homogénea, se hace una bola, se mete en el bol tapado con un plato, y se deja en la nevera una hora o así. Mientras pasa la hora, puedes ir haciendo la crema y pelando y cortando la fruta.
Masa homogénea
Para empezar con la masa
Pasada la hora, espolvorea el mármol y el rodillo con harina, y extiende la masa hasta que quede con un grosor de más o menos 3 mm. Entonces lo que hago es coger el molde y presiono con el borde sobre la masa para cortar la base a la medida.
A continuación, engrasa y enharina el molde, mete la base de masa en el molde.
Los bordes de la base los hago con la base que ha sobrado, colocándolos alrededor de la base, doblados, apoyados en las paredes del molde. Después hay que pinchar la base cuatro o cinco veces con un tenedor y meterlo en el horno precalentado a 180ºC durante xx minutos.
Cuando ya esté hecha, sácala del molde y déjala enfriar sobre una rejilla.
Masa cocida
Masa colocada en el molde
Crema
Calienta la leche hasta que esté calentita, pero no muy caliente. Pon las yemas y el azúcar en un cazo y mézclalas bien (sin fuego, solo mezclar). Trabájalo hasta que las yemas blanqueen.
Añade la maizena y mézclala bien con lo anterior. Después añade toda la leche de golpe y ponlo todo al fuego más bien lento, pero no demasiado lento, y sigue removiendo. Se trata de que la mezcla se caliente lo suficiente como para que se espese, pero que no se queme. Hay que aguantar un ratito e ir regulando el fuego, o separando de vez en cuando el cazo del fuego para mantener la temperatura dentro de los límites deseables. Y así hasta que espese. Apagar el fuego y dejar enfriar.
Crema pastelera
Acabado
Cuando la crema y la base estén frías, mete la crema en la base. Puede que sobre una poquita.
Si no lo has hecho antes, pela los kiwis y mandarinas, y lava las fresas.
Las fresas se cortan a lo largo en 4 trozos cada una, y se colocan en la parte más externa de la tarta, formando como una corona.
Los kiwis se cortan a lo largo por la mitad y se hacen medias rodajas, colocándolos en la siguiente circunferencia concéntrica, de manera que se solapen entre sí.
A las mandarinas hay que quitarles la pielecilla de los gajos, de manera que queden absolutamente sin piel, para que estén bien suaves a la hora de comer la tarta. Es un rollo, pero vale la pena. Se colocan formando la tercera circunferencia.
El centro de la tarta se puede hacer con frambuesas y arándanos o con fresas. Yo suelo hacerlo con fresas porque no me vale la pena comprar frambuesas y arándanos solo para eso.
Hace muchos años, cuando estaba embarazada de Diego, empezaba a pensar en cosas que me gustaría hacer como madre. Una de ellas era hacer yo misma los pasteles de cumpleaños para mis hijos. La imagen que tenía en la cabeza era la de un bizcocho cubierto de chocolate y adornado con Lacasitos y con churrillos de esos de azúcar de colorines.
Recordaba que mi madre hacía a veces cuando yo era pequeña un bizcocho, así que le pregunté cómo hacerlo. Ella me dio la receta y lo preparé por primera vez para el primer cumpleaños de Diego. En esa ocasión fue con cobertura de chocolate marrón, pero debió de ser la única vez o casi porque, en cuanto él fue capaz de elegir, pasó a ser de chocolate blanco, y así se quedó ya para siempre. Además, acabó siendo un pastel de cumpleaños solo para Diego, ya que a Cristina no le gustaba por ser demasiado dulce para ella.
PONER AQUÍ UNA FOTO DEL PASTEL DE CHOCOLATE MARRÓN
Hablando de la cobertura, durante muchos años la hice utilizando unas «perlas» de chocolate para cobertura que vendían en la Bombonería Almera, pero posteriormente, no recuerdo muy bien por qué, empecé a hacerlo con chocolate Nestlé postres.
Antes de empezar a derretir el chocolate, me va bien poner el bizcocho (que ya se haya enfriado) sobre una rejilla, con un plato grande debajo, para que cuando la cobertura vaya chorreando no se quede pegada en el plato, que quedaría un poco fea.
Si prefieres hacerlo con perlas de la Almera, entonces pones todas las perlas del paquetito con un poquito de mantequilla (como una cucharadita de postre) en un cazo, y lo vas calentando a fuego bajo, removiendo todo el rato, hasta que adquiera una textura como de crema suave.
Lo hagas con lo que lo hagas, hay que pillarle un poco el truquillo al punto del chocolate, porque si queda demasiado líquido, se escurrirá todo y no quedará una capa consistente de chocolate, y si queda demasiado pastoso, al extenderlo no quedará liso.
Enseguida, lo viertes poco a poco sobre el bizcocho y lo vas extendiendo para que quede lo más uniforme posible. Puedes procurar también que el contorno del bizcocho quede cubierto.
Cuando el chocolate se haya enfriado un poco pero todavía no esté sólido, le pones los Lacasitos como te apetezca y los adornitos que quieras.
Después dejas que se enfríe del todo para que se solidifique bien y ya está! Feliz cumpleaños! 🎉🎉🎉🥳🥳🥳
Mi madre preparaba este bizcocho esporádicamente cuando yo era pequeña; como no teníamos horno en casa en aquella época, ella utilizaba una cacerola-horno, de manera que el bizcocho quedaba en forma de rosco.
Por este motivo, porque mi madre lo preparaba, yo siempre había creído que era la Yaya Juana (madre de mi madre) quien lo hacía. Pero no. Muchos años después, cuando le pregunté por la receta, mi madre me dijo que se la había dado la Yaya Eulalia, pero no la tenía escrita en ningún sitio y me la explicó según la recordaba. Yo tampoco la escribí porque era muy sencilla y entonces me pasaba una cosa muy curiosa: que en un momento dado empecé a tener la duda de si se tenían que usar 2 o 3 huevos; casi cada vez que lo hacía tenía la duda y lo acababa preparando siempre sin la seguridad de estar haciéndolo bien.
Y así, hasta un día que me cansé y decidí preguntarle a una de las hermanas de mi padre que guarda las recetas de la Yaya Eulalia, que cuántos huevos llevaba en realidad. La respuesta, la veréis más abajo (jejeje…).
La cuestión, sin embargo, es que este bizcocho pasó a la posteridad en nuestra familia de dos maneras. La primera fue porque siempre quise aprender a preparar un pastel de cumpleaños colorido y chulo para mis hijos; tenía en mente la imagen de un bizcocho con cobertura de chocolate, adornado con Lacasitos y churrillos de esos de azúcar de colorines por encima, así que le pregunté a mi madre por la receta del bizcocho, busqué la manera de hacer una cobertura de chocolate, y ya lo tuve (más adelante colgaré también la receta de este pastel). Y la segunda manera en que este bizcocho se quedó en nuestro recetario, fue porque era una de las recetas que a Diego y Cristina les gustaba preparar conmigo algunas tardes de invierno, para entretenernos juntos después del cole.
Ahora que ya conocéis la historia, preparaos para cocinarlo y comerlo. A mí me encanta mojado en la leche templadita o calentita (según el frío que haga) 😉
La receta
He de decir que la receta ha sufrido algunas modificaciones a lo largo de los años. Como decía antes, ni mi madre ni yo nos la habíamos apuntado nunca. La hacíamos de memoria y creo que hubo algún error en la transmisión oral, seguramente debido a mi mala memoria 😅
Ingredientes
3 huevos (Mi tía Mari Carmen me dijo que en la receta original de la Yaya Eulalia ponía 4, pero de eso me enteré mucho tiempo después, cuando ya tenía la costumbre de hacerlo con 3; un día tengo que probar a hacerlo con 4)
100g de harina
80g de azúcar (la Yaya ponía 100g, pero me parecía demasiado dulce; probablemente con los 4 huevos se puedan poner tranquilamente los 100g de azúcar)
1 cucharadita rasa de polvos de hornear (en la receta de la Yaya no había este ingrediente, pero sube más poniéndolo; quizás poniendo los 4 huevos también suba más sin necesidad de los polvos).
Aceite (o mantequilla) y harina hacer el molde antiadherente.
Ingredientes para el bizcocho de la Yaya Eulalia (Ojo! Hay que poner mínimo 3 huevos!)
Material
Varillas para montar
Molde metálico de esos que se les desmonta la pared
Elaboración
Claras montadas
Lo primero, hay que separar las claras de las yemas, poniendo las claras en un bol para montarlas a punto de nieve.
Aquí puedes ir poniendo el horno a precalentar a 180ºC, para que cuando acabes de preparar la masa, ya esté listo y puedas meterla directamente.
Después se va añadiendo el azúcar poco a poco y mezclando con movimientos envolvientes y suaves para no desmontar las claras.
A continuación se añaden las yemas, y se mezclan de la misma manera.
Se mezclan bien la harina con los polvos de hornear y se va añadiendo el resultado a la mezcla anterior, poco a poco y mezclando todo con cuidado.
Claras con azúcar
Se engrasa el molde con aceite o mantequilla (yo suelo usar aceite), y se espolvorea con harina, extediéndola bien para que cubra toda la superficie interior. Después se echa la masa en el molde.
Se mete en el horno precalentado durante unos 20-30 minutos aprox. (no estoy segura ahora de cuántos son, pero se trata de que la parte superior tenga colorcito y que al pincharlo con un palillo, salga seco).
Cuando el molde ya no queme, se pasa un cuchillo a todo alrededor del bizcocho para separarlo de la pared del molde, se abre este, y se saca el bizcocho con cuidado para ponerlo sobre una rejilla a que se acabe de enfriar. Esto se hace para que no sude.
Claras+azúcar+yemas
Y ya está! Cuando ya no esté caliente… a comérselo! 😋
Molde engrasado y enharinado Esta foto hay que quitarla o cambiarla de sitio y poner una del bizcocho
Poca historia en realidad. Comer variado, cuando no tienes mucho tiempo para cocinar es complicado. Usar legumbres cocinadas (bueno, en mi caso, me gusta cocinarlas yo) suele ser una buena opción. En este caso, buscando recetas con garbanzos, di con esta de curry de garbanzos que me pareció interesante y que, para variar, adapté, aunque en este caso, muy ligeramente.
En una sartén grande o un cazo, se pone el aceite de oliva y se sofríe a fuego suave la cebolla con un diente de ajo, todo picado fino y hasta que la cebolla quede transparente.
Un poco antes de que la cebolla esté lista, se corta una guindilla en trozos pequeños y se le quitan las pepitas, se añaden. Si el jengibre lo tenemos en raíz, se añade ahora.
En un mortero se mezclan una cucharadita de comino, una cucharadita de jengibre (si es en polvo) una cucharada de curry, una cucharadita de cúrcuma y las semillas de cilantro y se mezclan, machacando las semillas de cilantro. Se añaden a la cebolla cuando ya esté lista y se los deja cocinar un poco para que suelten sus aromas.
Se incorpora la cucharada de tomate frito y los garbanzos y lo mezclamos todo bien. Añadimos la leche de coco y dejamos cocer durante 10 o 15 minutos hasta que espese.
Justo antes de servir se añaden unas gotas de zumo de lima.
El curry se sirve con unos trocitos de lima y guindilla y un poco de cilantro o perejil picado. Se puede acompañar de arroz blanco o pan naan.
Hacía mucho tiempo que me apetecía hacer tarta de manzana. Recordaba las que hacía mi madre con las manzanas cortadas en rodajas por encima, la típica tarta de manzana que se come por aquí, pero no encontraba el momento para buscar la receta (o pedírsela a mi madre) y hacerla, así que el tiempo iba pasando.
Y en esto que mi compañero de despacho «de toda la vida», César, me regaló el libro Sal, Grasa, Ãcido, Calor de Samin Nosrat. Y en ese libro de 450 páginas de cocina encontré una receta de la típica tarta de manzana americana. Y me animé a hacerla. Aquí está la receta.
Aunque en la receta pone unas cantidades y unos determinados ingredientes, yo, como siempre, los he adaptado a mis gustos y a los ingredientes que puedo tener en mi cocina con cierta facilidad y que use más o menos habitualmente.
Las medidas son para una fuente redonda de 23 cm de diámetro
Ingredientes
Masa
340 g de harina de trigo.
1 cucharada generosa de azúcar.
1 pellizco grande de sal.
225 g de mantequilla, fría y cortada en cubos más o menos de un centímetro.
120 ml de agua muy fría.
1 cucharadita de vinagre blanco (no es imprescindible).
Relleno
1,25 Kg de manzana verde. Granny Smith de Gerona acostumbro a comprar yo.
1/2 cucharadita de canela en polvo o 3 o 4 gotas de esencia de vainilla o nada.
1/4 de cucharadita de sal.
100 g de azúcar moreno.
3 cucharadas de harina.
2 cucharadas de nata para cocinar.
1 cucharada de zumo de limón.
Elaboración
Masa
En el libro el proceso de elaboración de la masa está explicado usando una amasadora. Pone que también se puede usar un robot de cocina o a mano, usando un mezclador de masas. Yo lo hago completamente a mano, sin mezclador, así que lo explico tal y como yo lo hago.
Mezclo la harina, el azúcar y la sal en un bol y meto la mezcla en la nevera. Corto la mantequilla en cubitos y la meto en el congelador. Y un vaso con el agua a la nevera también. Vamos a mezclar todos estos ingredientes y el objetivo es que la mantequilla no se llegue a mezclar del todo con la mezcla de harina/azúcar/sal. No es especialmente importante como de mezclada quede la masa (tiene que quedar más o menos cohesionada, eso sí), pero queda más bonita si quedan restos de mantequilla sin deshacer.
Cuando todo está frío (unos 20 minutos), se añade la mantequilla al bol y voy mezclándolo todo sin insistir mucho. Añado el agua y el vinagre (opcional) y voy removiendo todo, aplastando con los dedos los cubos de mantequilla, que como están duro no acaban de deshacerse. Se deja de amasar cuando la masa tiene una cierta consistencia y permanece unida, pero justo cuando eso empiece a pasar. De nuevo, no pasa nada si se mezcla de más o incluso un poco de menos.
Se divide la masa en dos partes iguales (yo las peso) y se hacen dos bolas, se aplanan un poco (para que parezcan dos discos gruesos) y se envuelven en film de plástico, asegurándonos de que no se tocan.
Normalmente hago esto el día anterior y dejo en la nevera la masa durante toda la noche. Si no se puede, el libro dice de mantenerla en la nevera al menos durante 2 horas.
Relleno
Para el relleno lo primero es coger un disco de masa y aplanarlo hasta que tenga un diámetro de unos 30 cm. Hay que usar harina en el mármol y en el rodillo para que no se pegue. Una vez estirado se pasa a la fuente y se pone bien pegado a los bordes. Debería sobrar aproximadamente un centímetro de masa por todo alrededor. Si sobra masa, córtala y guárdala, la usaremos para decorar. Una vez puesta la masa en la fuente se guarda en el congelador (sirve en la nevera).
Una vez en la nevera la fuente con el primer disco de masa, encendemos el horno para precalentarlo. A 220 ºC.
En un bol grande vamos poniendo la manzana cortada a dados de un centímetro y medio más o menos. Podemos añadir el zumo de limón e ir removiendo para que no se oxide. Cuando esté toda la manzana cortada, añadimos el azúcar, la harina y la canela (o la vainilla, o nada) y removemos bien para que toda la manzana quede impregnada de azúcar, harina y zumo de limón.
Una vez bien mezclados todos los ingredientes los pasamos a la fuente que teníamos en la nevera y cogemos el segundo disco de masa y lo estiramos bien para que se pueda usar para tapar la fuente. De nuevo, debería sobresalir de la fuente aproximadamente un centímetro, mejor algo más. Cuando ya esté estirada, con cuidado la ponemos encima de la fuente tapando todo el relleno. Se recortan las sobras para que sobresalga como máximo un centímetro y se enrolla la masa sobresaliente y se mete dentro del molde. Se hace un agujero en la parte central de la masa (para que salga el vapor de agua de la cocción de la manzana), se adorna con los recortes sobrantes y se pincela con la nata de cocina.
Se mete en el horno a 220 ºC durante 15 minutos, se baja la temperatura a 200 ºC y se hornea durante 15 o 20 minutos más, hasta que esté ligeramente dorada. Después se baja la temperatura a 175 ºC y se acaba de hornear durante unos 45 minutos más.
La historia de esta receta, como algunas otras de este blog, empieza durante el confinamiento de la pandemia de COVID.
Uno de los primeros Red Velvet sin colorante que hizo Cristina
Una de las maneras que teníamosde pasar el rato haciendo algo creativo durante esa época, tanto nosotros como mucha gente, era cocinando y haciendo repostería. Incluso algunas personas populares se dedicaban a colgar en sus redes sociales lo que cocinaban. Un ejemplo de estos últimos era Jordi Cruz, el famoso chef y presentador de Master Chef, que cada domingo dedicaba su tiempo a hacer un directo en Instagram desde la cocina de su casa preparando alguna exquisitez. Pues bien, un día, la exquisitez fue el Red Velvet sin colorante. Eh, y cuando digo exquisitez, es porque lo es. Y si no, pruébalo y verás. Por supuesto, aquí debajo os dejo el enlace a tan fabuloso directo del chef, aunque la receta que os voy a explicar yo está ligera y (con todos nuestros respetos y admiración por Jordi) magistralmente modificada por Cristina, que le quitó bastante azúcar a la original, haciéndola más de nuestro gusto.
Directo de Jordi Cruz
Y, sobre la historia, ya solo me queda añadir que, desde que hacemos este pastel en casa, cada año plantamos unas cuantas remolachas en el huerto, para hacer Red Velvets 😀
Una remolacha de nuestro huertoParte de la cosecha de remolachas de 2024
Por cierto, un apunte, por si no lo sabías: las hojas de las remolachas se pueden comer, igual que si fueran acelgas, pero están más ricas 😋
Ingredientes
Para el bizcocho
200g de remolacha cocida
65g de frambuesas (pueden ser frescas o congeladas)
52g de azúcar glas (puede ser avainillada o no, al gusto, o añadir un poco de vainilla aparte)
Si queréis adornar el pastel por fuera con la misma crema del relleno (del estilo del de la foto del principio), tenéis que poner más cantidades de todo, porque estas son solo para lo que es el relleno, que es como lo hacemos habitualmente porque nos gusta más.
Material
Molde para horno de unos 22 cm de diámetro
Varillas y/o máquina de montar nata
2 boles grandes
Lengua de gato o espátula de silicona
Batidora de brazo
Báscula digital
Horno
Utensilios normales de cocina
Elaboración
Antes de empezar, te recomiendo que tengas todos los cacharros e ingredientes a mano, ya pesados y todo, porque algunas fases de la elaboración son un poco complicadas (al menos para mí), y va bien tenerlo todo preparadito.
¡Vamos allá!
Pela las remolachas y córtalas en trozos no muy pequeños para que no pierdan demasiada sustancia. Hiérvelos en agua durante unos 30-40 minutos, hasta que no estén duros al pincharlos con un tenedor, pero que tampoco estén blandengues.
Mientras tanto, puedes aprovechar para empezar a preparar el relleno. Para ello, empieza mezclando el queso crema con el azúcar glas, hasta que quede bien homogéneo, y reserva la mezcla resultante.
Coge un bol grande y vierte en él la nata, bien fría, para montarla. En casa utilizamos varillas, pero también se puede montar con máquina.
Y ahora viene la madre del cordero.
Cristina dice que la nata no tiene que estar montada del todo, sino solo casi montada, que le queden ya bien marcadas las huellas de las varillas pero aún no se quede el pegote pegado. De hecho, Jordi Cruz también dice lo mismo; creo que él lo describe como «pico de pájaro», porque al sacar las varillas de la nata, esta queda en forma de pico.
Nata en punto de pico de pájaro
Sin embargo, yo no he sido capaz de hacer la receta de esa manera. Luego os explico por qué y mi alternativa, pero de momento os sigo contando el método magistral.
A continuación, funde el chocolate blanco. Nosotras lo hacemos al baño María. Una vez fundido, deja que se enfríe lo suficiente como para que no queme, que lo puedas tocar con un dedo, pero ¡ojo que no se te enfríe demasiado y se empiece a espesar!
Cuando el chocolate ya no queme, tienes que echarlo en la nata y acabar de montarla junto con el chocolate. Si el chocolate está demasiado caliente, la nata se cortará y ya no servirá.
Una vez montada esta mezcla, que queda muy espesa, tienes que añadirle la del queso con azúcar (y la vainilla, si quieres) y mezclarlo todo bien (no batirlo).
El resultado debería ser una crema muy espesa, homogénea y suave.
Pues bien, yo de momento no he sido capaz (solo llevo dos intentos, todo sea dicho) de hacer esto así, de manera que lo que hago es montar la nata del todo, ya de entrada, añadirle el chocolate blanco fundido (no muy caliente también) y mezclarlos, en lugar de montar el resultado de esta mezcla.
Luego, lo demás sí que es lo mismo, pero el resultado final, aunque está igual de rico de sabor, no es tan espeso a temperatura ambiente, y necesita meterse en la nevera para coger la consistencia adecuada para rellenar el pastel.
Sea como sea, cuando tengas el relleno acabado, mételo en la nevera. Y, por cierto, la próxima vez que lo haga, sacaré fotos de estos últimos pasos y elaboraciones 😅
Durante todo este rato, las remolachas se habrán acabado de hervir y seguramente hasta las habrás dejado escurrir y se habrán enfriado. Si no es así, espera hasta que estén listas.
Volvemos, pues, al bizcocho.
Cuando las remolachas estén cocidas, escurridas, y se hayan enfriado, bátelas con la batidora, junto a las frambuesas y el aceite de girasol, de manera que en ningún momento le entre aire a la mezcla. El resultado tiene que ser totalmente homogéneo, con una textura muy cremosa y suave.
Batido de remolachas, frambuesas y aceite
Reservamos este batido.
En un bol grande, bate los huevos hasta que queden muy espumosos, que incluso blanqueen, como si estuvieran montados. En casa lo hacemos con varillas durante un buen rato, una currada, pero se puede hacer con una máquina.
Mezcla bien la harina con el impulsor.
Añade poco a poco esta mezcla a los huevos, tamizándola y removiendo con ayuda de una espátula de silicona o una lengua de gato, despacio y con movimientos envolventes.
A continuación, incorpora el azúcar de la misma manera hasta obtener una masa ligera, suave y homogénea.
Pon el horno a precalentar a 180ºC.
Mientras tanto, echa el batido de remolachas + frambuesas + aceite a la masa de huevos + harina + impulsor + azúcar. Mezcla las dos elaboraciones también con movimientos lentos y envolventes.
Haciendo la mezcla final para el bizcocho
La masa resultante es ya la definitiva para el bizcocho. Tiene que ser muy homogénea, ligera y suave. Y ahora ya la puedes poner en un molde para horno 🙂
Masa del bizcocho acabada, lista para hornear
Cuando el horno alcance los 180º, ya puedes hornear la masa durante 35 minutos. Durante esos minutos no deberías abrir el horno para nada. Si lo abres, es posible que el bizcocho se desinfle, aunque también hay que tener en cuenta que cada horno es un mundo, y cada cual conoce el suyo mejor que nadie. De todas maneras, he de decir que el nuestro y el de Jordi Cruz coinciden 🙂
Y bueno, cuando el bizcocho esté cocido, ya podéis sacarlo del horno y, a la que no queme, extraerlo del molde (con cuidado porque es muy esponjoso y tierno) y ponerlo a enfriar sobre una rejilla para que no sude.
Cuando esté a temperatura ambiente, córtalo por la mitad, rellénalo con la crema de relleno que tienes en la nevera, y voilà! Ya tienes tu delicioso Red Velvet sin colorante! 🎉
Red Velvet sin colorante acabado. ¡A disfrutar!
Para conservarlo bien, te recomiendo que lo guardes en la nevera en un recipiente cerrado, o tapado con el mismo molde que hayas utilizado.
Tanto cuando eran pequeños y se quedaban a comer en casa de mis padres, como ahora, ya de mayores, cuando los Abus vienen al Terre y traen sopa para comer, a Diego y Cristina les ha encantado la sopita de la Abuelita, tal como ellos mismos han denominado siempre a este plato. Bueno, y a Carlos y a mí también, claro 🙂
Por ese motivo, hacía tiempo que yo pensaba en ir a aprender de la mano de la maestra a cocinar tan delicioso plato que, si bien cuando yo era pequeña lo preparaba de otra manera muy distinta, el resultado actual merece con creces estar en Nuestras Recetas para la posteridad, y para que los niñatos la puedan preparar cuando quieran.
Así pues, aprovechando que la Abuelita había dicho que iba a hacer Sopita de la Abuelita para la celebración del 79 cumple del Abu, me fui a su casa para ayudarla y tomar las notas y fotos pertinentes, que aquí os dejo.
La receta
Ingredientes
Huesos jamón y codillo
Huesos y carne ternera
5,750 l de agua
1 hueso de garrons (codillo)
2 huesos de jamón (los más cercanos la pezuña)
2 huesos de ternera (de la rodilla)
1 trozo de carne de ternera
1/2 pie de cerdo
1 muslo de gallina
2 alas de pavo
Pelotas
Para las pelotas
Pie cerdo y alas pavo
Muslo gallina y alas pavo
1 Kg de carne picada de ternera
2 huevos
2 dientes de ajo picados cuadraditos pequeñitos
Perejil
1 pizca de sal
Un poco de pan rallado
Un poco de harina
Elaboración
Lo primero es echar 5,250 l de agua en la olla, a fuego fuerte. A continuación, se añaden todos los demás ingredientes excepto las pelotas y el medio litro de agua restante, y se espera a que empiece a hervir. Cuando llegue ese momento, se baja el fuego lo justo para que no deje de hervir y que no se salga. Todo el rato tiene que estar tapado.
A lo largo de todo el proceso, hay que ir retirando la espuma y la grasa que van soltando la carne y los huesos, para que quede el caldo bien blanco y limpio.
Quitando la espuma
Quitando la grasa
A partir de que empieza a hervir, hay que contar 2 horas y media de cocción. Las alas habrá que quitarlas cuando lleven una hora hirviendo aprox, para que no se deshagan.
Más o menos en ese momento, se añade el medio litro de agua restante, que se habrá llevado a ebullición previamente, para que no se rompa la cocción.
Cuando quede una hora hirviendo todo el conjunto, se tienen que añadir las pelotas.
Elaboración de las pelotas
Es la misma que la de las albóndigas: Se mezclan todos los ingredientes excepto la harina. Se pone la harina en un bol o plato hondo pequeño, y se van cogiendo porciones de la mezcla del tamaño de un cucharón, se pasan por la harina y se les da forma más o menos redonda.
Huevo, ajos y perejil
Mezcla anterior + carne y pan
Pelotas crudas
Volviendo al caldo en sí, hay que recordar que durante todo el proceso, se tiene que ir quitando cada poco rato la espuma y la grasa. El último rato se pueden volver a poner las alas.
Todo hirviendo
Por último, cuando ya hayan pasado las 2 horas y media, se retiran todos los elementos, y se cuela el caldo con un colador de tela para acabar de quitarle todas las impurezas, grasa y restos sólidos, de manera que queda un caldo blanquito perfecto, sabroso y suave a la vez.
Colando el caldo
Y ya está. Ya se puede añadir la pasta que se quiera para hacer la sopa con el caldo, acompañada por la carne con la que lo hemos hecho; a mí, personalmente, me gusta poner la carne dentro de la sopa y comérmelo todo junto, pero cada uno a su gusto. ¡Qué rico está y qué bien entra, sobretodo cuando hace frío! 😋😋😋